El atardecer la hizo su prisionera.
Intentó recordar su mundo fuera de la caja
Ahora tenía un piano, que movía al tren del sentido.
Si deja de tocar, perdería la cabeza.
O peor, olvidaría.
En su casa también hacía frío.
Pero no sabía lo que el frío era cuando le traía los labios de chocolate
Y sus manos...
¡NO!
¡Había olvidado sus manos!
¿Eran blancas como la nieve que la rodeaba?
¿O negras como su corazón después de que se haya marchado a la guerra?
No.
Era rojas como la pasión que encontró la niebla.
Podría jurar que lo escuchó gritar en el bosque.
Tal vez si perdiera la cabeza
Podría encontrarlo
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