miércoles, 8 de julio de 2015

Como si una vaca le desgarrara la piel

Todo había empezado en lo que ella llamaba realidad. Iba de camino a su casa en el colectivo cuando clavó la mirada con un artista que barajaba sus cartas. Parecía un sujeto de otro mundo y ella se cuestiono que tanto sentido tenía esa escena.
Después, cuando la noche cayó, ella fue a un restaurante. Se iba a encontrar con su familia, o con alguien. No recordaba exactamente quien. Y en su mesa encontró esas cartas que anhelaban su contacto. ¿Dónde estaba su dueño? Fue por las mesas pero no encontró a quien buscaba.
Llegó al restaurante un hombre gordo con su hijo. El hijo tenía deficiencia mental. Ella pensó que el padre era el artista y se le acercó a hablarle. No sabía bien que es lo que causó que se enojara tanto. Tal vez debería haberle leído el folleto que traía. La llevó a un costado oscuro del restaurante y empezó a morderle el cuello con los pocos dientes que tenía. El dolor era indescriptible, como si un lobo le desgarrara la piel pero sin tanta fuerza, como la fuerza que tiene una vaca. Una baca le estaba desgarrando la piel.
Pidió ayuda. Este hombre (no lo suficientemente gordo) la quería comer. Los otros hombres se rieron, pero una mujer coreana de traje negro fue la única que intervino. Sin parpadear, sacó un alma del bolsillo y apretó el gatillo. Si tan solo no le hubiera fallado al objetivo.

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