lunes, 11 de febrero de 2019

Esta es mi historia. Sin mascaras.

Quiero pedir perdón a todos ellos que murieron en el incendio de mi imaginación.  Me imagino que pensaban estar a salvo, que la mente de una soñadora los mantendrían vivos. No vieron las llamas, las palabras que se perdían, los segundos que se desperdiciaron. Quiero que desde su tumba, entiendan mi historia. Son muchos los que tomaron como hogar mi palacio mental. Añares atrás, el castillo me tomó como refugiada. Me mantuvo alejada de los adultos y sus cigarros, del colegio y sus matemáticas, de las chicas y su bullying, de los chicos y sus besos. En agradecimiento, lo llené de personas tan reales como de las que me escapaba. Hice que Laura fuera su reina, una adolescente demasiado parecida a mí que logró volar. Mi Laura, nuestra Laura, nuestra reina. Ella no tiene la culpa de que se fueran. Yo encendí la llamarada que los hizo pedazos. Y me sentí tan triste, que intenté remediarlo. Pero mi toque de Dios se había ido, todo lo que creaba se perdía en la arena, entre los cadaveres de historias olvidadas. Todavía siento como luchan, se turnan para respirar porque no hay tanto aire.